«Durante toda mi vida, desde que tuve uso de razón, quise ser prospector.»

En 1978, Frederik Pohl ganó los premios Hugo, Nébula y Campbell por su relato Pórtico. Ahí es nada. Los galardones más prestigiosos de la sci-fi, en el mismo año y por la misma novela. Y es que Pórtico adelanta lo que será la sci-fi de lás décadas de 1980 y 1990. Introduce numerosos temas que serán comunes más delante, como el aprovechamiento (o rapiña) de tecnología alienígena, la exploración profunda del espacio, la explotación comercial descarada de los recursos, el descubrimiento de civilizaciones extinguidas, o la exigencia de certificados médicos que establecen personas de primera, casi inmortales, y de segunda clase.

Además de los aspectos sci-fi, Pórtico ofrece una estructura narrativa engarzada en una alternancia  de momentos actuales y recuerdos, establecidos a través de sesiones de psicoterapia (que lleva a cabo un robot, Sigfrid). Y en esa discusión, el protagonista va revelando los problemas personales que le han acompañado durante sus trabajos de prospector: miedo, deseo, cobardía, avaricia, amor, remordimiento… una persona real, no un superhéroe sin fisuras, de esos tan al uso hoy en día en la sci-fi (y, por eso mismo, tan falsos).

Y todo esto, ¿en qué marco se desarrolla? Pues en un satélite cercano a Mercurio, en el cual una antigua civilización, los Heechees, dejo un gran número de túneles, en los cuales se recogen un buen número de naves espaciales, pero que los humanos sólo saben poner en marcha, pedir un destino desconocido y esperar tener la suerte hacerse ricos… y regresar sanos y salvos. Un trabajo tan arriesgado y con tan pocas posibilidades de éxito permite hacerse ricos y ganar una vida mejor… si se vuelve. Porque desde que los Heechees programaron las rutas de las naves, el universo ha cambiado y se ha movido, y los destinos resultan verdaderamente inciertos…

Puedes leer Pórtico en dos ediciones: la de Zeta de 2009, y la de Ediciones B, de 2005. O mejor, acude a tu biblioteca…