Cuando encontré en una librería, de casualidad, Dudo Errante (Russell Hoban, Ridley Walker, Dudo Errante. Madrid: Cátedra, 2011), algo resonó en mi memoria lejana… la lectura de la contraportada me confirmó que se trataba de algo sobre lo que había leído hacía algún tiempo, y que algunos críticos habían considerado una obra maestra de la ciencia ficción. Menudo chasco. Es malo abusar de determinadas  sustancias cuando hay que escribir reseñas, de verdad…

Cuando se aborda deste relato, complejo y de difícil lectura, antes de escribir nada sobre él es necesario indicar que hay que diferenciar dos aspectos:

  1. El argumento y contenido de ciencia-ficción del mismo.
  2. La ejecución literaria de la obra.

Voy al argumento sci-fi. No sé si escribir lo típico: chico conoce chica, chico se enamora, ella es vampiro… uy, perdón, que eso es otra cosa. Dudo Errante es el típico y  tópico relato en el cual un muchacho, en un futuro apocalíptico, inicia un viaje de descubrimiento que resulta ser una metáfora de su maduración y cambio interior. Pues vale. Cuando su padre muere, es iniciado en algo , sale huyendo de su aldea, vaga por ahí, hace amistad con mutantes y perros asesinos que lo protegen, tiene algún mal explicado y peor comprendido pseudopoder visionario-mental, y acaba reflejando la sociedad en la que vive y su historia convirtiéndose en titiritero o marionetista, o algo similar. Por el camino toma parte en el redescubrimiento de la pólvora, de paso.

El muchacho en cuestión desarrolla sus paseos místicos en una zona de Inglaterra, que ha sido destruida a causa de una guerra nuclear, unos 2500 años antes, ahí es nada. Con sus andanzas, el lector puede descubrir cómo la sociedad ha perdido cualquier atisbo de historia, cultura o ciencia, y ha convertido en sus mitos sustentantes recuerdos parciales, muy fragmentarios, tergiversados. Una idea interesante, pero que en este relato cae en varios ocasiones directamente en lo ridículo. Y si hay ideas ridiculas, lo peor es que el relato es confuso, a veces no se sabe ni de dónde viene ni a dónde va.  Algunas ideas se salvan, como las metáforas que representa el guiñol, que sí resultan ciertamente complejas, y en ocasiones hasta interesantes. Como relato de ciencia-ficción, me resulta fallido, incompleto, carente de alma.

Cuestión diferente es la ejecución literaria. Debo reconocer que es brillante. Toda la novela es un ejercicio de prospección lingüística, de ejercicio literario. El relato está redactado en primera persona, como unas memorias, usando una lengua evolucionada, o degenerada, del inglés. Debo felicitar a los traductores al español, que han llevado a cabo un trabajo ímprobo para que sea comprensible, con todas sus variaciones , el texto inglés original. Usa palabras derivadas, mezclas, cambios fonéticos y semánticos… la novela es complemente experimental en este aspecto. Podía resultar difícil de leer hace unos años, pero ahora, entre los dialectos de los móviles, y lo mal que escribe la gente, con continuos errores ortográficos, no sorprende tanto.

Un relato de futuro apocalíptico que, en realidad, es una mera excusa para llevar a cabo un ejercicio literario de retorcimiento del lenguaje, para forzarlo hasta sus límites. Eso sí, si en 2500 años, con la que les ha caído, sin cultura ni literatura, la lengua sólo ha cambiado lo que el autor propone, es para nota. Y para leer otras opiniones, la de F.J. Suñer en Sitio de Ciencia Ficción la de V. Fernández en El Trujamán, y la de A. García en Prospectiva (por cierto, no es muy elegante hacer copy&paste de escritos antiguos haciéndolos pasar por nuevos, sin advertirlo…)