El pasado 19 de mayo publicaba Blog de Cine una entrada escrita por Adrián Massanet, titulada Sci-Fi y Fantasía: dos géneros completamente diferentes, que como seguidor de Blog de Cine, me faltó tiempo para leer. La verdad es que la tuve que leer dos veces, incluso algunos párrafos tres, para hacerme una idea real de lo que decía el autor. Debe ser, evidentemente, que no alcanzo su nivel de conocimiento cinematogáfico, lo que es comprensible, ya que sólo soy un aficionado. Pero sí puedo decir que no comulgo con los críticos de cine: suelen ser una subespecie del periodista cultureta insoportable, cuyo principal rasgo es la ignorancia.Por supuesto, es una generalización peligrosa: también conozco excelentes profesionales.  Pero lo que no se debería hacer es intentar sentar cátedra con argumentos tan endebles.

La redacción de cualquier texto, tanto de demostración como de opinión, debería ofrecer dos rasgos principales:

  1. La consistencia en la argumentación.
  2. La utilización de fuentes de referencia.

Y me temo que ninguno de los dos se encuentran en el texto citado. Por lo tanto el texto es una mera opinión, tan válida como la del resto de cinéfilos o aficionados a los que intenta «evangelizar». La verdad es que hay mejores argumentos en los comentarios (más de cien) que ha generado su entrada. Empezando con la definición, que cito textual indicando la fuente: «La ficción científica pura es un género eminentemente especulativo, que pretende narrar acontecimientos plausibles, en cualquier marco temporal (no sólo el futuro, también el presente y el pasado),fundamentados en las ciencias naturales, físicas o sociales.» Pues vaya definición: dentro de la misma, y usando el componente «sociales» caben todas y cada una de las películas de la historia del cine (exceptuando el cine histórico). Todas. En la escuela, a una definición que incluía lo definido se le llamaba tautología. Y además lo arregla añadiendo otro razonamiento de peso: «…la regla básica es que “ha de ser posible” que eso ocurra.» Lo que no deja de ser sorprendente, ya que si es especulativa, y además se tiene en cuenta el avance continuo del conocimiento científico, la condición de que sea posible que eso ocurra hace válida cualquier situación, fantástica, social, tecnológica o religiosa que se pueda inaginar. Un primor de acotación, vaya.

Y luego pasa de intentar ejemplicar con referencias literarias y a películas lo que es sci-fi o no lo es. Por ejemplo, Frankenstein, Jekyll y Hide.. que a mí siempre me han parecido una mezcla entre fantástico y sci-fi, para incluir luego a King Kong, ni más ni menos. Un simio gigante en el Nueva York de los años 30 tiene poco de sci-fi, es una fantasía del cine colonial al estilo de Tarzán. Se salta de un plumazo las décadas de 1930, 1940 y 1950, olvidando todas las joyas de serie b del género, que tanto influyeron en la juventud de los grandes directores de los 60. 70 y 80, e incluye como títulos de referencia algunos de dudosa calidad como Starman. Eso sí, como le gustó Hijos de los hombres, pues es la reciente obra maestra del género (deduzco que no ha visto Distrito 9). A mí sólo me pareció correcta, y pienso que es mejor Gattaca desde la perspectiva sci-fi.

En cambio, sí que coincido en una de sus apreciaciones finales: «Y es que al final los géneros deberían ser una excusa, no un fin.» Porque lo que hace el cine, y la literatura, es contar historias, en diferentes ambientaciones, con diferentes ritmos, y en diferentes formatos. El buen cien es buen cine, aquí y en la puerta de Tanhauser (¿os suena?). Y el buen cine tiene unas características y unos rasgos que permiten diferenciar lo bueno de lo que sólo entretiene: quizá los críticos de cine deberían preocuparse más de los bodrios que produce la hidra jolibudiense, y empezar a decirle a los aficionados que el 95% del cine actual es una estafa narrativa, visual y económica. Y luego ya hablaremos con rigor, eso sí, de géneros y subgéneros…