Hace unos meses leí Wyrms, de Orson Scott Card. Los relatos de Scott card me han atraído por la saga de Ender. El juego de Ender fue una de mis primeras lecturas de sci-fi, hace ya bastante tiempo. Pero voy y me encuentro con una fantasía juvenil aderezada con un ligero aroma de sci-fi. Pues como que no, que no me van, a no ser que tenga valores literarios, y Wyrms no tiene muchos.

Típico argumento: Paciencia, hija despreocupada, entrenada por su padre como una magnífica diplomática y mortal asesina, dominadora de gran cantidad de artes, que se ve obligada a abandonar el palacio a la muerte de aquel, ya que el nuevo rey la quiere quitar de enmedio, dado que es la heredera por derecho del trono. A ello hay que añadir que según una antigua profecía, como no podía ser menos, será la que reunirá las razas del planeta (de nombre Inmakulata, ni más ni menos), un nuevo mundo, etc., etc. En su huida, inicia una peregrinación para cumplir su destino, y en el viaje irá encontrando compañeros, de las diferentes razas del planeta, cada uno con su misterio y sus problemas, que le ayudarán a alcanzar su objetivo. Todo ello aderezado con una típica pulsión sexual que le atrae a «intercambiar fluidos» con un ente primigenio del planeta, Unwyrm, como en un melodrama juvenil de descrubrimiento. Ah, si, y al final la cosa acaba bien, como no podía ser menos.

Es un relato típico sobre un viaje de descubrimiento y realización, con una constante presencia de simbología y metáforas abiertamente religiosas (la séptima del séptimo… será la Heptarca), la tensión adolescente del descubrimiento del sexo, y el cumplimiento de una profecía, de un destino. Vamos, de los más original. ¿Y la sci-fi? ah, sí… verás, que los humanos llegaron al planeta hace milenios, destruyeron sus depósitos de metales, influenciados por el poder mental del ente del planeta, y el capitan de la nave se dedicó a aparearse con el ente, para producir diferentes especies y subespecies de seres, cuyo ADN puede ir mutando alegremente en virtud de vete tú a saber que misterios… todo ello para aacbar con un final hollywoodiense con bastante moralina, previsible y, lo siento, aburrido. Es lo que tiene intentar usar la fantasía, tan de moda, para hacer caja: que o eres bueno y original, o acabas escribiendo un relato de tópicos. Desde Homero, y antes de él, está casi todo inventado.. aunque los caraduras de los «creadores culturales» no se quieran enterar ni tengan intención de pagar derechos a sus antecesores.

No te compres este libro: pídelo en tu biblioteca…